María Teresa Verdes, hija de Emeterio Verdes Atxirica y Manuela Elorriaga Mendieta, nació en Bilbao el 29 de abril de 1907.
Desde joven trabajó en la librería Verdes, librería-imprenta familiar de la Calle Correo en Bilbao.
Perteneció al PNV y fue miembro de Emakume Abertzale Batza
Con la victoria franquista numerosas organizaciones fueron desarticuladas y prohibidas en 1936, entre ellas Emakume Abertzale Batza. Sin embargo la represión, las detenciones o los encarcelamientos dieron paso a redes de solidaridad hacia las personas presas.
La que se ha venido llamando “Red Alava”, en honor a Luis Alava Sautua que fue uno de sus principales integrantes y que fue fusilado por ello en 1943, se postuló como una de las iniciativas más importantes para el apoyo a los y las presas vascas así como para la transmisión de información entre Euskadi y el Gobierno Vasco entonces en el exilio. Una red que prestó ayuda a presos y presas nacionalistas, que mantuvo abiertas las líneas de comunicación entre las cárceles y el exterior y que facilitó información tanto al exiliado Gobierno Vasco como a diversas embajadas sobre la situación y las condenas a las que se enfrentaban las personas encarceladas. Esta información fue clave para que desde países europeos aligeraran las penas de los y las condenadas, sobre todo de quienes contaban con penas de muerte, así como para dar cuenta de las condiciones en las que se encontraban en prisión. También resultó clave para ofrecer información a quienes desde la cárcel desconocían el devenir del país y de sus propias vidas, o para trasladas noticias de familiares en el exterior.
Cuatro mujeres destacan como protagonistas dentro de esta red en la que ocuparon un papel clave: Bitxori Etxeberria, que dio los primeros pasos en la creación de la organización, desde Elizondo; Delia Lauroba e Itziar Mujica desde Donostia y Teresa Verdes desde Bilbao. Fueron las encargadas de mantener los canales de comunicación entre las cárceles y el gobierno en el exilio; de sacar al exterior documentos de índole militar y política; de afianzar la organización; de informar a los presos y presas sobre el devenir de la guerra y la posguerra, etc.
Teresa Verdes, cuyo hermano José Verdes estuvo preso en las cárceles de Larrinaga y Burgos, fue una pieza fundamental para trasladar información sobre la situación procesal de los y las detenidas y logró los contactos necesarios para acceder a documentos de la Auditoría y la Capitanía General de Burgos. Gracias a ella, y al resto de mujeres, se consiguieron revocar numerosas penas de muerte.
Pero en 1940 la Gestapo alemana ocupó la sede del Gobierno Vasco en París, en la calle Marceau, donde incautó numerosa documentación entre la que se encontraban informes en torno a la valiosa ayuda que desde la red se proporcionaba. La Gestapo rápidamente facilitó la información al Gobierno franquista y en las navidades de 1940 se produjeron las primeras detenciones en el Baztan y posteriormente en Iruña, Donostia, Vitoria y Bilbao.
La policía española desarticuló la red, 28 personas fueron detenidas y finalmente 21 fueron procesadas. Entre ellas las que durante su encierro serían conocidas como “las cuatro vascas”. Todas ellas fueron condenadas a muerte en 1941 siendo el primer caso en la historia de mujeres vascas condenadas a muerte por un tribunal militar.
Sin embargo, la intervención del Vaticano propició que sus penas se conmutaran y Maria Teresa Verdes se enfrentaba ahora a 25 años de cárcel. Así, junto al resto de las emakumes fue trasladada a la cárcel de las Ventas en Madrid.
No ocurrió lo mismo con Luis Alava Sautua para quien se mantuvo la pena de muerte y que, pese a la intervención diplomática y eclesial, fue ejecutado el 6 de mayo de 1943. Las cuatro mujeres oyeron desde sus celdas como esa mañana fusilaban a su compañero de batalla en el cementerio de la Almudena próximo a la prisión de las Ventas.
La cárcel de mujeres de las Ventas pasó a ser “prisión central” en 1941. Albergó a más de 4.000 personas pese a que fue construida para 400-500. El hacinamiento, el hambre, etc. fueron símbolo de esta cárcel, sobre todo hasta 1941.
María Teresa Verdes, al igual que las otras tres mujeres, obtuvo la libertad en 1945 tras numerosas reducciones de penas e indultos. No obstante, siguió trabajando en favor de los y las presas aún en prisión y nunca perdió de vista el sueño de alcanzar su deseada patria vasca.
Joseba Verdes, sobrino de Maria Teresa Verdes, define a Maria Teresa como una mujer llena de bondad, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Una mujer que no se arrepintió de sus pasos ya que siempre tuvo como meta el trabajar por su patria, Euskadi.
“Lo que sí captaba en ella es que era una persona que se entregó tremendamente. No le importaba. Aquello no era política, aquello era acción patriota de mirar por Euskadi (…) Era encantadora, muy sencilla. Cuando venía gente de fuera venían muchas veces a visitarla (…) Recuerdo su bondad (…). Se les notaba que tenían corazón (…) Siempre estaban propensas a la ayuda. Y es lo que más recuerdo. La tía era pura bondad.”
Teresa Verdes falleció en Bilbao el 16 de marzo de 1959, tras una vida de dedicación por la causa en la que creía.