Mónica Carrión García nace el 3 de mayo de 1923 en Colmenar de Oreja (Madrid). Es la menor de seis hermanos aunque a uno de los mayores nunca lo llega a conocer ya que muere antes de que ella naciese. Su infancia transcurre en el pueblo, mayormente acompañando a su padre en la venta ambulante del negocio familiar, que yendo a la escuela, a la que acude durante un par de años y donde apenas aprende a leer. Al no gustarle la vida que el pueblo ofrecía a las mujeres, a la edad de los 11 o 12 años deja Colmenar para trasladarse a Madrid, a casa de su hermana mayor, donde irá a cuidar de sus sobrinos.
En el tiempo que transcurre en Madrid estalla la guerra y comienza una época dura con un sinfín de anécdotas. Recuerda una ocasión en la que estalló una bomba en el lugar al que debía haber ido a por su ración de aceite, casualidades de la vida, una vecina le animó a ir a otro establecimiento y ello le salvó la vida.
La cola del racionamiento tampoco era segura. El carnicero les dejaba pasar a un portalón dentro de su tienda y les hacía estar en silencio, para no tener que hacer cola en la calle, ya que si los soldados las encontraban, se las llevaban y les cortaban el pelo dejándoles un “quiqui” rojo en la frente.
En el tramo final de la guerra, ésta se encrudece en la capital y su padre se la lleva de vuelta al pueblo donde las bombas no suponen un peligro y cree que su hija estará a salvo junto al resto de la familia. Una mañana al poco de terminar la guerra, unos guardias llegaron a su casa y apresaron a casi toda la familia: su padre, sus dos hermanas y ella, dejando tan solo a su madre en libertad. Se los llevaron presos al calabozo habilitado en el pueblo, para ser diseminados por las cárceles de la provincia después. Recuerda que mucha gente de todas las edades fue encarcelada, incluidos menores, como ella y una de sus hermanas, por el hecho de “ser rojos”. Asegura que la envidia de unas mujeres y la sed de venganza por la muerte de un familiar fueron las razones por las que mucha gente de su pueblo fue denunciada y encarcelada sin un juicio justo.
Su padre, que no militaba en ningún partido, fue encarcelado sin motivo aparente y tiempo después, tras un juicio en el que no encontraron de que culparle, fué desterrado a Xátiva (Valencia). Al cabo de los años pudo reunirse junto a su mujer en Madrid. Nunca volvió al pueblo.
El caso de Mónica resulta semejante al de su padre y hermanas. Sin haber cumplido aún los 16 años es detenida sin motivo aparente ni juicio justo y comienza este difícil periplo de su vida que la llevará durante aproximadamente año y medio, por las cáceles de Aranjuez, Claudio Coello y Ventas. Las duras condiciones en las cárceles de la época de hacinamiento, falta de higiene y mala alimentación hicieron de este tiempo una época dura tanto para ella como para muchas otras mujeres a las que les tocó vivirlo. Recuerda las visitas y ayuda recibidas por parte de familiares en libertad, quienes procuraban colchones y ropa, y en especial lo mucho que sufrió su madre por intentar ayudar a su marido e hijas.
Mónica aún recuerda y canta algunas de las canciones que cantaban en la cárcel y que muestran la crudeza del lugar y las causas de su encarcelamiento:
“La cárcel de Aranjuez
es una gran prisión
donde se muere el preso
por falta de atención (Bis)
Y si quieres comer
Lo tienes que comprar
Porque se coge el rancho
Y lo tienes que tirar (bis)
Te forman en filas de a cuatro
Como si de melones
Tuvieran que tratar…”
“En Claudio Coello existía
una cabina modelo
En la cabina una panda
Que se reía del mundo entero.
Esta panda se compone
De muchachas muy bonitas
Que las tienen en la cárcel
Por el motivo de ser rojillas”
Finalmente, por su condición de menor de edad, el tribunal de menores se hace cargo de ella y decide enviarla a un colegio de monjas. De esta experiencia recuerda la explotación, allí le tocará trabajar en la ropería dado que sabe bordar y el hambre al que les someten aquellas religiosas, ligeramente apaciguado por lo que su familia le trae y que comparte con aquellas niñas que no cuentan con nadie.
Una vez puesta en libertad saldrá de aquel lugar para aparecer en la puerta de la casa de su hermana. En adelante, el servicio doméstico en calidad de interna será la alternativa laboral posible de Mónica en esa década de los años 40, de grandes abusos hacia las jóvenes que realizan estos trabajos.
Mónica nos relata las dificultades y penurias a las que se enfrentaron en su pueblo natal y en Madrid, y las injusticias vividas y los esfuerzos realizados para poder salir adelante.
En el año 2008 el Gobierno Vasco otorgó indemnizaciones a las personas supervivientes víctimas de la guerra civil y de las cárceles franquistas en aras del cumplimiento del derecho que asiste a todas las víctimas conforme al Derecho Internacional.
El hijo de Monica realizó los trámites y tras muchas dificultades de acreditación de su situación de privación de libertad fueron aceptados. Sin embargo ella lo tiene claro: “Me dieron algo por todo lo que había sufrido, pero no merece la pena; lo pasado, pasado está. Nos tocó aquellos años… o sea que ahora digo… ¡a vivir, que ahora somos capitanas generalas! Ahora a disfrutar de todo”.